20-06-2014
LA GABARDINA
La gabardina era una prenda para climas lluviosos, sin embargo yo la usaba prácticamente en todas las estaciones. En verano, por trabajo, colgaba en su interior complementos fáciles de vender; relojes, gafas de sol, cds…Solía dar vueltas por el parque y cuando veía grupos de gente la abría extendiendo mis brazos para que vieran la mercancía. En otoño, cambiaba de género, la llenaba de tabaco, marihuana, crack…Era otro tipo de clientela. Este invierno pasé una mala temporada y pensé en meterle unos explosivos, pero con la calidez primaveral recapacité y acabé usándola para exhibir mi porte desnudo a las mozas.
22-06-2014
VISIÓN DE LORO
Por la mañana, cuando me voy al trabajo, le pongo la radio al loro para que no se sienta solo, es el amo de la casa hasta que vuelvo por la noche. Esta a cuerpo de rey, le dejo mijo, alpiste, algo de fruta y agua. Además, la jaula está abierta para que tenga libertad por el apartamento. Cuando llego no me recibe con su típico «hola calvorota», me lo encuentro muy alterado junto a las manchas de humedad formadas en la pared de la cocina diciéndome, entre arrullos y chillidos, que ahí está el rostro de mi difunta esposa.
23-06-2014
HIPOCRESÍA
Las madres podrán estar muy disgustadas con sus hijos pero nunca les faltará un plato en la mesa por muy enfadadas que estén; son madres. Les desmigajan el pescado difícil, lleno de espinas, y lo colocan en un borde del plato mientras se zampan de un suspiro las croquetas que ellas han cocinado con tanto cariño. Les sirven su Coca-Cola fresquita con una rodajita de limón y, como chachas, están a su servicio para sus caprichosas peticiones culinarias. Todo está riquísimo, pero jamás lo dicen. Solo cuando están con gente. Ahí, al parecer, sus croquetas son las mejores del mundo.
23-06-2014
QUEMADURAS
La mujer del tricornio no se rinde a los infortunios que la noche más corta del año le depara cuando algunos insolentes beben demasiado. La tradición de mojarse los pies, saltar olas y, sobre todo, hogueras quiere que la joven Guardia Civil, unos meses después de formar parte del cuerpo y conseguir así el anhelado puesto, se vea envuelta en las mismas llamas que, justo un año antes, había saltado con el fervor requerido para que su deseo se hiciera realidad.
24-06-2014
Nos dispusimos todos en el césped con la portería de fondo. Como ves, yo estoy en el centro, con la medalla colgada del cuello y el balón bajo el brazo. De izquierda a derecha. Primero mi madre, vestida como una pelandusca y maquillada con el mismo viso. A su lado mi abuela, enganchada a su cochambrosa bisutería, vaya orejones le hace. Le sigue mi abuelo sentado en la silla de ruedas, con la boca abierta, soltando babas y en las nubes, está «pallá». Luego yo, ¡ufff!, nada. Con una mano en mi hombro y sonriendo mi cándido padre, sigue sin saber que mi tío, situado junto a él, se lo monta con mi madre, vaya, su mujer. Y en el extremo mi tía, otra que tal, toqueteando el móvil y ajena a todo lo que pasa a su alrededor. Curiosamente, ese día, mi hermano mayor se despistó y se quedó hablando con mi entrenador sobre el partido que nos hizo campeones, pero un instante antes de que el fotógrafo disparase se incorporó a tiempo para poner la guinda a esta estampa con un solemne calvo de los suyos.
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