20-10-2012
VIVO SIN VIVIR EN MÍ
– ¡Manolo, saca una de olivas, de esas que tú sabes! –dije con decisión.
Tras haber probado de todo, pensé que esa ridícula opción podía dar fin a mi insulsa existencia. Soy inmortal gracias a los avances de la ciencia. ¡Vaya mierda! Antes te morías de viejo o por enfermedad y “chin-pun”. Ahora, somos nosotros quienes tenemos que ingeniárnoslas para morir y os puedo asegurar que no hay manera posible de provocar tu muerte. Estoy atrapado en mi vida y no puedo morir. Me viene la risa tonta cuando recuerdo aquel clásico del cine:”Atrapado en el tiempo”, protagonizada por Bill Murray. Me pasa como a él. Lo he intentado todo para acabar con mi vida y, aunque parezca increíble, no encuentro la forma. ¡Estoy asqueado!
Mi inocente juventud, mi curiosidad y el dinero me llevaron a comprar aquella dichosa pildorita de la inmortalidad y ahora aquí estoy, sin saber como seguir viviendo. No soy el único inmortal, está lleno. Somos una plaga indestructible.
Aunque esté situado en lo más alto del rascacielos k55, el Bar Manolo no ha perdido su identidad y es lo más parecido a los recuerdos de un pasado feliz y con sentido. Aquí me reúno con amigos, también, inmortales para jugar a las cartas. Todos compramos la píldora de la vida y a nadie se le ocurre alardear de su inmortalidad, sería de gilipollas. Nuestro cerebro está activo desde hace mucho tiempo. Tanta vida ya nos sobrepasa, nos ahoga. Nuestra desafortunada obsesión es morir para entender la vida.
Manolo, el amo del bar también es inmortal, es más joven que nosotros pero lo lleva muy bien. De hecho, el otro día celebró, ante nosotros y con recochineo, su 200 cumpleaños. ¡Qué gilipollas! Siempre se burla de nuestra amargura por vivir.
Es joven, está en la fase de aprovechar al máximo su tiempo. Piensa que el conocimiento le llevará a alguna parte. Todos hemos pasado por ahí. Nos restriega con chulería sus nuevos descubrimientos en el campo de la biotecnología y desde hace unas semanas, por su piquito de oro, nos vende, en tono jocoso, sus olivas de la muerte.
09-11-2012
AMOR JOVEN
Sus labios perfilados se contraen para dejar escapar un silbido corto y sonoro, así es como Inés conseguía que Guillermo se diera la vuelta. Cuando él se giraba ella dirigía, rápidamente, su mirada hacia el libro de texto disimulando. Sin que el profesor se percatara volvía al ataque lanzándole bolitas de papel con la misma idea traviesa. No era propio de ella hacer esas niñerías durante las clases, pero cuando sacó de su estuche una pajita y varios granos de arroz expulsándolos a modo de proyectil sobre el blanco cuello de Guillermo supe que ya no estaba enamorada de mí.
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