Los dos meses que ha durado Precipicios de papel en el Mucbe ha permitido que mi Zooilógico salga de su entorno, que los personajes de Peñiscoleteando bailen en otras plazas y que el resto de colecciones de mí imaginario convivan juntas en un espacio común. El Museo ha hecho eso, ha llenado sus paredes de mis historias y ha dado vida a los paisajes imaginados; ya llevaban demasiado tiempo encerrados en una sombría y hermética habitación.
Me quedo con la experiencia de las charlas didácticas que he realizado. Han sido algo nuevo para mí y me ha gustado mucho la experiencia. Visitaron la exposición las clases de 1º y 4º de la ESO del Instituto Joan Coromines de Benicarló, vinieron un gran número de niños y niñas de los últimos cursos de Primaria del Colegio Don Jaime Sanz de Peñíscola y, un día, al término de la exposición, me trasladé al Instituto Vilaplana de Vinaroz para realizar una charlar sobre mi exposición y cuestiones generales sobre arte.
Hablé sobre temas concretos de mi trabajo para que entendieran que la visión particular de cada uno es, en realidad, lo que hace universal al arte. Les hablé de las series que constituían mi exposición; de algunas curiosidades sobre mis pinturas, de lo imperceptible que se repetía; de que uno es -más o menos- lo que pinta; de lo importante que es llevar las cosas a su terreno; de los mundos que se pueden crear con tan solo un lápiz…Les gustó escuchar mis artimañas a la hora de inventar historias, y yo disfruté haciéndolo, porque sentía que en ese mensaje sincero y espontaneo, les transmitía -de alguna manera- mi experiencia sobre un mundo tan apasionante como inestable.
Haciendo memoria recuerdo que hablé de lo importante que es para mí contar historias, de la imaginación y la creatividad como armas poderosas, del proceso creativo, de las texturas visuales, de las publicaciones de revistas y periódicos deportivos como fuente de inspiración, de cómo una mancha abstracta puede convertirse en figurativa, de cómo se va moldeando la técnica, del absurdo, la ironía y el humor, de lo teatral, el disfraz y la mentira, de Piero Manzoni y sus latas de “Mierda de artista”, de lo obsesivo y la minuciosidad, de si los brochazos que pueda dar un elefante con su trompa son arte, de la honestidad y el compromiso del artista, de la potencia de las imágenes, del estilo como huella que nos identifica.
También de si los artistas aportamos alguna cosa tangible a la sociedad, de lo emocional, del talento, del mercado en el arte, del negocio, del valor de las cosas, de la intención artística como punto de inicio de todo, de las láminas del Ikea, de los cómics, de los microrrelatos, de todo un poco.
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